Kingston

Ernesto Hontoria López
(English Version)

Con motivo de un nuevo aniversario de bodas mi esposa y yo nos escapamos un fin de semana a Kingston. Nos hospedamos al borde del lago Ontario en el Confederation Place Hotel que no cubrió completamente mis expectativas. Es un hotel decente, está limpio, el personal es atento, pero su calidad en general es inferior a otros hoteles de menor precio en los que nos hemos hospedado en otras ciudades de Ontario. No es que el hotel esté mal, sino que podría ser mejor por el precio que cobran.


Unos días antes de irnos al paseo una amiga me preguntó qué íbamos a hacer en Kingston y le respondí que tratándose de una luna de miel me reservaba la respuesta. Por supuesto que entendía que ella no quería conocer los detalles íntimos de nuestro viaje, sino la escogencia de Kingston como destino turístico, siendo que llegar allí, desde el oeste de Toronto, toma casi cuatro horas un viernes por la tarde. No puedo negar que disfruté ver a mi amiga ruborizada intentando reformular la pregunta.

La verdad que es poco lo que se habla de Kingston en mis círculos sociales, salvo por las mil islas, que no teníamos planes de visitar, y no me tomaba por sorpresa la pregunta. Mi razón para escoger Kingston era que mi esposa desde hace unos meses quería ir allí porque, con el asunto de la entrada de nuestro hijo mayor a la universidad, había escuchado maravillas del campus de la universidad ´Queens´ ubicado en el centro de Kingston. La ciudad tenía además un atractivo histórico que bien valía el viaje: había sido la primera capital de Canadá. Mientras buscaba por internet un lugar lindo, bonito y barato para alojarnos descubrí que uno de los atractivos de la ciudad es una penitenciaria que sirvió de modelo por muchos años en Canadá.

En todo caso nuestra intención era pasar un fin de semana solos, sin chamos, ni preocupaciones y Kingston se prestó bien para ello. Llegamos un viernes por la noche directo al hotel. El sábado caminamos sin prisa, por el borde del lago siguiendo la calle Ontario y ´King´ hasta la penitenciaria y volvimos por la ´Union´ recorriendo un buen pedazo de la ciudad. En la vía de regreso visitamos Belleveu, una casa de estilo italiano donde vivió por unos meses Sir John MacDonald, el primer primer ministro que tuvo Canadá. Calculo que habremos caminado unas 5 horas, cerca de la mitad al borde del lago. Paramos unos minutos en una playa llena de jóvenes llamada por ellos ´the pier´ que nos recordaba las charcas del sur en Tenerife, porque con el hormigón y la arena, se inventan espacios para el disfrute de la gente. Como allá, la gente usaba el muelle para saltar al agua. A diferencia, aquí el agua está más fría y menos salada.
Kingston Breakwater Park

Por la tarde, ya de regreso, recorrimos el campus de la Universidad Queens, que resultó tan bonito como lo había descrito la gente. Almorzamos alrededor de las 5 de la tarde en un restaurante, que no resultó tan bueno y posteriormente nos sentamos en la plaza vacía del mercado a escuchar un concierto semiprivado, de una niña de 13 años llamada Tiana. 
Tiana cantando en la plaza del mercado Kingston
El domingo, para no perder la costumbre de levantarnos temprano, salimos a correr a las ocho de la mañana al borde del lago. Después de un recorrido de casi una hora volvimos al hotel para ducharnos, recoger los peroles y desayunar. Pasamos el resto de la mañana caminando sin rumbo preciso por Kingston, curioseando aquí y allá en una fábrica de vidrio, no tan sofisticada como la de Arte murano en Venezuela, el callejón de Martello, hasta que finalmente nos metimos a tomar cervezas y almorzar en ´Score Pizza´.

El veredicto final es que vale la pena recorrer la ciudad. Hay una buena cantidad de sitios históricos bien preservados, algunos de los cuales están en manos privadas y en completo uso de sus facultades. Casas del año pum aun habitadas y en buenas condiciones.
Colas de castor en Kingston (junto al mercado) //
Beaver Tails in Kingston (beside the market)


Callejón de Martello // Martello Alley

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