Islas Marietas
Por recomendación de Coco, una prima de Federica radicada en México, nos apuntamos en un tour a las islas Marietas en Puerto Vallarta. Después de varias consultas en los quioscos de información turísticas y una visita guiada con desayuno incluido al resort Garza Blanca, terminamos montados en un catamarán motorizado con desayuno, almuerzo y barra abierta durante el regreso, que nos llevó a recorrer las Islas Marietas.
Pájaros Bobos de patas azules |
El paseo duró unas 8
horas, de las cuales casi 5 son navegando ida y vuelta desde (y hasta) el
puerto de Vallarta, el mismo donde atracan los grandes cruceros, hasta las
islas en mar abierto. Las islas son, para decirlo de una vez, espectaculares, y
valen la visita. Si vuelvo a Puerto Vallarta intentaría ir de nuevo a visitarlas,
solo si se pudiera cambiar el formato del tour, a un grupo más pequeño, con
mayor libertad de movimiento, como iré explicando más abajo.
El desayuno en el
bote estuvo muy bien, así como toda la logística para embarcar, el almuerzo, la
ida y la venida, las condiciones del mar, la barra libre y los muchachos que
nos atendieron. En el camino de ida nos encontramos con una manada de delfines
moteados, más pequeños que el delfín nariz de botella, muchas mantarrayas y
aguamalas, así como gaviotas y alcatraces. En el regreso vimos más mantarrayas
y lo que creemos que fue la aleta de un tiburón, pero que no pudimos confirmar
que efectivamente lo fuera.
¿Dónde están los peros del tour? Al ser este paseo una experiencia compartida con un grupo grande de personas, las actividades se ajustan para salvaguardar la seguridad del más lerdo, y aun así hay accidentes. El tour ofrecía snorkeling, pero había que hacerlo con salvavidas y sin chapaletas. El snorkel y el salvavidas no van juntos, no se llevan bien, es como ponerle sal al café, aún así tuvimos que tomarnos ese café salado al ritmo de otras veinte personas, para algunas de las cuales la combinación era perfecta para el nivel de adrenalina que están acostumbrados a tolerar. Para salar más el café nos tocó un día en el que el mar estaba helado.
El tour también ofrecía
kayaks y paddle boards, pero tenían que ser alrededor del catamarán que estaba
anclado a un kilómetro de una de las islas. Nada de tomar uno de esos aparatos
para acercarte a tierra a ver los pájaros bobos de patas azules. Tenías que contentarte
dándole vueltas al bote y sin alejarte mucho. Finalmente, la expedición a la
playa escondida, algo que a pesar de los pesares valió la pena hacer, había también
que hacerla con el salvavidas puesto y además un casco, aun cuando el riesgo de
golpearse ese día con las rocas era extremadamente bajo.
Como ya dije, con
todos sus peros el tour vale la pena. Las dos playas en las islas Marietas: La
escondida y la Nopalera, valen el viaje. ¿Qué tienen estas playas de especiales?
Diría que todo lo que deben tener para considerarse paradisíacas: arena muy
blanca, mar azul, alejadas de la civilización y del gentío, bien preservadas y
limpias, paisajes o vistas únicas, poco comunes; el día que fuimos un mar muy
fresco y un sol que te reconforta con su calor sobre la arena, brisa fresca que
evita que te sientas agobiado por el calor del sol, sombra para refugiarte. Es
decir, la combinación perfecta para una playa.
La playa escondida
tiene además una peculiaridad importante: es una suerte de cráter al que se le
entra a través de una cueva en el mar. Es decir, desde el mar no ves la playa, ves
una cueva, pero cuando te adentras nadando en esa cueva, ves que su fondo está
iluminado y que hay un mar azul clarito a unos 100 metros de distancia del mar
oscuro en el que vas nadando. La claridad te llama como si fuera el aroma de
una rica comida. Es una sensación casi mágica, y al entrar en la playa te
sientes como en otro mundo: el universo se ha reducido al espacio encerrado por
las paredes del cráter, a una playa blanca, más pequeña que un campo de fútbol,
arrullada por las suave olas del mar y generosamente bañada de sol. A pesar de
estar atrapado entre esas paredes no te sientes confinado, todo es luz y
colores intensos, ves las hierbas crecer sobre las paredes del cráter y las
sientes accesibles a pesar de que por su altura no puedes tocarlas. Tu conexión
al mundo exterior es el diminuto túnel por el que entraste, en el que se
alcanza a ver un mar azul clarito al final.
Me gustaría volver a las islas en una lancha rápida, con un grupo más pequeño en el que todos sepan nadar, que se pueda hacer snorkel y nadar sin salvavidas, con o sin chapaletas y tener la opción de entrar a la isla escondida haciendo snorkel sin salvavidas. En la oferta de opciones en Puerto Vallarta vimos unos eco tours más pequeños, que costaban más o menos el mismo precio que pagamos nosotros (1.700 pesos por persona) pero que no incluían ni desayuno, ni almuerzo. Quizás esa sea una mejor opción, pero creo que aún con ellos hay que meterse al agua con el salvavidas puesto.
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