El cucurucho del Turimiquire
Ernesto Hontoria López A las 6 de la mañana comenzamos el camino. El ascenso resultó lento por lo abrupto del terreno y lo resbaloso de algunos tramos. Pasada la primera loma, se sube todo el tiempo por la fila de la montaña. El trayecto transcurre entre maleza (a veces alta, otras baja y siempre raspante) y abismos. A diferencia del Ávila, los senderos no están marcados, se van abriendo al andar. Al sobrepasar los 1.600 metros de altura se pueden apreciar otros cuatro ramales de la montaña, que van confluyendo en diferentes puntos de la fila por la que andamos. Todos de extrema estrechez en la cima; tan delgados que, en algunos tramos, tendrán a lo sumo un pie de ancho. Nos tocó pasar un par de ellos con la vista clavada al frente para no sentir vértigo. ¡Son trechos emocionantes en una cordillera imponente que regala una vista fascinante al excursionista! Caminamos unas seis horas y media hasta llegar a una suerte de cuenca en cuyo fondo se escondían unas pozas no mayor...