El señor de las gaviotas
Ernesto Hontoria López
El viernes pasado
decidí cambiar mi ruta de trote y, para mi sorpresa, cuando pasaba junto a la
marina del pueblo de Bronte, descubrí que, entre las gaviotas, había una que no
parecía de la misma especie. Era más oscura que las demás, como si fuese una
paloma negra mezclada entre las gaviotas, aunque, para ser paloma, resultaba
muy robusta y grande.
Marina de Bronte - Oakville |
Me pareció demasiado
bonito para ser verdad. Es decir, encontrarse con un búho no es cuestión fácil
por sus hábitos nocturnos, y que además se dejara ver así de fácil, sin la
protección del follaje, listo incluso para las fotos de los curiosos, me parecía
cosa de mucha suerte. Maldije no tener la cámara conmigo, ni siquiera el
celular. No sé si les he contado que una vez, corriendo a plena luz de la
mañana, me encontré al más fotogénico de los rabipelados del mundo, posando
alegremente para la cámara del teléfono de otra persona. Era un rabipelado bebe
que, al igual que los búhos, es difícil de ver de día. Tan es así, que no lo he
vuelto a ver, por más veces que he recorrido la misma ruta.
Sin querer resignarme
esta vez a no fotografiarlo, organicé ´La cacería de la lechuza´. Lo de lechuza
fue una cuestión de mercadeo para atraer la curiosidad de los niños que no
conocían la palabra. La cacería en cuestión consistía en volver a recorrer la
misma ruta el sábado, esta vez con la cámara lista. Mi hipótesis era que tal
vez se trataba de un animal viejo y cansado, que había encontrado en la marina
un lugar más sosegado para su retiro. Tal vez, el búho acostumbraba a tomar el
sol allí por las tardes, de la misma forma que he encontrado en repetidas
ocasiones a un gavilán posado en un mismo árbol.
Los pequeñines de la casa no mordieron el anzuelo, y nos fuimos Federica y yo, el sábado por la tarde, siguiendo la ruta de la lechuza, que es el nombre que ahora tiene para mí ese sendero circular de 7 kilómetros. Como la ruta se hace más larga caminada que trotada, comencé a preocuparme de llegar demasiado tarde a la marina, y el búho ya se hubiese marchado de cacería. Apuramos el paso y estresé a Federica con el pujo. Cuando finalmente llegamos a la marina, descubrí con alegría que las gaviotas estaban sobre el techo, ¡y la lechuza, digo el búho también! Era mi oportunidad para registrar un ave nueva en el blog. Comencé a tomarle fotografías desde lejos, no fuera que volase antes de que llegásemos.
El señor de las gaviotas |
No creía lo afortunado
que era. El búho se dejaba fotografiar sin timidez alguna. Nos ignoraba a todos
los presentes, paparazis o no. Obviamente estaba acostumbrado a la presencia de
gente. Ensayé desde varios ángulos, con y sin gaviotas. El búho era
definitivamente el rey de la escena, el señor de las gaviotas. Desde ningún
ángulo lograba capturar su cara; miraba hacia el lago, dándonos la espalda. Suponía
yo que más bien dormía con la cara hacia el lago.
Para capturar su
rostro debía entrar al muelle de la marina, al que sólo pueden entrar los
propietarios de las lanchas. Esperé entonces a que uno de ellos saliera, y le
pedí permiso para entrar al muelle a fotografiar al búho. Me dejó pasar con
indiferencia y aburrimiento, como si la presencia del búho no significara nada
para él.
El muelle pasaba junto
a las bases del cobertizo sobre el cual descansaba el búho anciano. Caminé con cuidado
exagerado, aunque nada parecía inmutar al animal. Comencé a tomarle fotos de
frente, hice un zoom para retratar la imagen de la sabiduría en esos ojos
gigantes. Algo no cuadraba, sin embargo; los ojos estaban abiertos, no dormía
como suponía y tenía una tremenda catarata en uno de ellos, y el otro le
faltaba del todo. Viéndolo mejor parecía despintado… Con mucha vergüenza
descubrí que era una figurilla, un modelo quizás de madera o de barro. El señor
de las gaviotas no se ha movido de su sitio desde que lo pusieron en ese techo
para, precisamente, espantarlas.
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https://www.bbc.com/news/world-us-canada-54996314