Kukenán En diciembre de 1992 subimos al Kukenán. Creo que fue la última excursión que realicé con Jesús Otero, que para ese entonces ya no era mi entrenador de natación en el Loyola Master. Me lo encontré un día caminando por Bello Campo, en Caracas, ambos vivíamos en las cercanías, y me contó que estaba planificando una excursión al tepuy para llevar a una amiga alemana que estaba de visita en Venezuela. La idea me entusiasmó. Sólo había estado una vez en la Gran Sabana, en un recorrido que hice en carro con unos amigos y había quedado impresionado con sus paisajes. Había visto los tepuyes desde la carretera y la propuesta de subir a cualquiera de ellos simplemente era lo máximo. A mi mamá en cambio casi le da un soponcio cuando le conté que me iba tan lejos y que además iría con Jaheli, mi novia de aquel tiempo, que no era precisamente santa de su devoción. Se nos unió también a la excursión un sueco de nombre difícil de pronunciar, que por hacernos la vida fácil llamábamos Juancit
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