Kukenán

Kukenán

En diciembre de 1992 subimos al Kukenán. Creo que fue la última excursión que realicé con Jesús Otero, que para ese entonces ya no era mi entrenador de natación en el Loyola Master. Me lo encontré un día caminando por Bello Campo, en Caracas, ambos vivíamos en las cercanías, y me contó que estaba planificando una excursión al tepuy para llevar a una amiga alemana que estaba de visita en Venezuela. La idea me entusiasmó. Sólo había estado una vez en la Gran Sabana, en un recorrido que hice en carro con unos amigos y había quedado impresionado con sus paisajes. Había visto los tepuyes desde la carretera y la propuesta de subir a cualquiera de ellos simplemente era lo máximo.

A mi mamá en cambio casi le da un soponcio cuando le conté que me iba tan lejos y que además iría con Jaheli, mi novia de aquel tiempo, que no era precisamente santa de su devoción. Se nos unió también a la excursión un sueco de nombre difícil de pronunciar, que por hacernos la vida fácil llamábamos Juancito. Era el esposo de una tía de Jaheli que vivía en Europa y había venido al país a pasar las navidades. Recuerdo que fue a él, la primera persona que le escuché decir que cuando uno no tiene problemas se los inventa, lo pronunció cuando subíamos la montaña con tal convicción que el dicho me quedó grabado. 

Cerca del rio Tek con el Kukenán al fondo

Los cinco nos montamos en mi carro, una camioneta 4x4 Toyota, chasis corto, conocidas como ´macho´ en Venezuela, y recorrimos todo el camino de Caracas a Paraitepuy en dos días. Hay unos 1.200 kilómetros de carretera entre la capital y Paraitepuy, sin embargo, decidimos pasar la primera noche en un escampado frente al Fuerte Luepa, a tan sólo 100 kilómetros de nuestro destino. La principal razón de hacer noche en Luepa era que a partir de allí se iniciaba la Gran Sabana, un espectáculo visual imperdonable de perderse en la oscuridad, sobre todo para los dos viajeros europeos que llevábamos a bordo. Otro factor que contribuyó a esa decisión fue que a partir de ese punto no había otra estación de gasolina hasta Santa Elena de Uairen, y probablemente a la hora en que llegamos al fuerte, ya la bomba debía estar cerrada. Finalmente, y muy importante, es que los soldados nos permitieron acampar en frente sin inconvenientes.

Llegamos a Paraitepuy al comienzo de la tarde del segundo día de viaje. Mis recuerdos son borrosos y puedo confundirlos con los de otras dos excursiones que hice más tarde al Roraima. De manera que tomen de estas notas la idea general y no al dedillo para planificar sus propios ascensos. El pueblo estaba de fiesta, por un matrimonio o algún gran evento de ese tipo, y nadie nos prestó mucha atención cuando llegamos. No recuerdo haber visto a ningún guía ofreciendo sus servicios por aquel entonces. Estacionamos en una explanada, nos montamos los morrales y comenzamos a caminar detrás de Jesús, que era el único de nosotros que conocía la ruta.

Roraima Tepuy

El mapa de la ruta que coloco más abajo es mi mejor adivinanza de lo que pudo haber sido el camino después de haber cruzado el rio Tek. Jesús ya no está entre nosotros y no he conseguido ningún mapa por ahora. Hasta el rio Tek, que es la ruta común con el Roraima, el sendero ha sido ya marcado por quienes suben a este último.

El primer día de caminata fue por la sabana, principalmente plano, o con un declive muy ligero. Caminamos bajo el sol, con un cielo despejado. De tanto en tanto llegábamos a arboledas en las riberas de ríos. Acampamos la primera noche cerca del rio Tek, aún en la sabana, que para ese entonces no tenía un campamento marcado. En 1998 cuando subí al Roraima ya las gramíneas habían cedido su puesto al campamento que hoy tiene el nombre del rio y estaban construyendo un conuco (refugio). Calculo que la caminata debió ser de unas 4 o 5 horas (hay unos 12 kilómetros entre Paraitepuy y el actual campamento en el rio Tek).

La caminata al día siguiente fue más fuerte. Cruzamos el rio Tek, que es una aventura diferente en cada excursión y caminamos a partir de allí en subida. El camino se internó en selvas y de pronto nos encontramos bordeando la pared del gigante.

Pared del Kukenan

A diferencia del Roraima, la pared del Kukenán tiene varios pasos arriesgados en los que tener una cuerda ayuda bastante. Recuerdo la sensación de vértigo en algunos tramos estrechos, trepando la roca, al borde del precipicio. Creo, aunque ya no estoy seguro, habernos quitado el morral y pasarlo al compañero para trepar rocas sin él. Un paso especial me quedó grabado: había que superar una altura considerable en la pared a través de un tronco de un árbol, no muy grueso, que alguien, antes que nosotros, había puesto allí, y que se mantenía en su sitio gracias a un mecatillo que daba lástima verlo. Viéndolo en retrospectiva era la invitación a un accidente; una suerte de improvisación de nuestro antecesor, que seguía allí hasta que a alguien le llegara el turno de pasar un mal rato. Lo cierto es que a mí me llenó de adrenalina; de sabor de aventura. Quizás hubo otros pasos difíciles en las rocas, pero ya no los recuerdo.

Ese día alcanzamos la cima del tepuy y nos alojamos en uno de los hoteles. Los hoteles son formaciones rocosas, especie de cuevas, bajo las cuales las carpas quedan protegidas de la lluvia y el viento. Éramos los únicos allá arriba hasta que, al día siguiente, llegó otro grupo, entre los que se encontraba el ganador de la única medalla olímpica de natación para Venezuela: Rafael Vidal. Su grupo ocupó otra habitación del hotel, cercana a la nuestra, y nos acompañaron en uno de los paseos por la cima del tepuy.

El recorrido desde el rio Tek hasta alcanzar la cumbre fue de unos 15 kilómetros, pero nos llevó todo el día. Pasamos en la cima los dos días siguientes, en los que caminamos unas seis horas diarias, en medio de un paisaje único en el mundo, regresando al hotel por la tarde para preparar la cena. A diferencia del sol de la sabana, los días montados en el tepuy fueron grises. El quinto día de excursión bajamos de un solo sopetón hasta el carro. No guardo mayores recuerdos de la bajada, por lo que asumo me resultó sencilla.

Posible mapa de la ruta. En negro el tramo común del Roraima y del Kukenán desde Paraitepuy al rio Tek. En amarillo la ruta que lleva al Roraima, y en rojo la que adivino fue la que hicimos para llegar al Kukenán.





Formaciones en la cima del tepuy




Rafael Vidal con un amigo en el Kukenán


Jesús Otero en el Kukenán

Baturrus saevus







Kukenán (centro) y Roraima (derecha).  Al fondo a la izquierda Yuruani Tepuy


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