Kukenán
Kukenán |
A mi mamá en cambio
casi le da un soponcio cuando le conté que me iba tan lejos y que además iría con
Jaheli, mi novia de aquel tiempo, que no era precisamente santa de su devoción.
Se nos unió también a la excursión un sueco de nombre difícil de pronunciar,
que por hacernos la vida fácil llamábamos Juancito. Era el esposo de una tía de
Jaheli que vivía en Europa y había venido al país a pasar las navidades. Recuerdo que fue a él, la primera persona que le escuché decir que cuando uno no tiene problemas se los inventa, lo pronunció cuando subíamos la montaña con tal convicción que el dicho me quedó grabado.
Cerca del rio Tek con el Kukenán al fondo |
Los cinco nos montamos en mi carro, una camioneta
4x4 Toyota, chasis corto, conocidas como ´macho´ en Venezuela, y recorrimos
todo el camino de Caracas a Paraitepuy en dos días. Hay unos 1.200 kilómetros
de carretera entre la capital y Paraitepuy, sin embargo, decidimos pasar la
primera noche en un escampado frente al Fuerte Luepa, a tan sólo 100 kilómetros
de nuestro destino. La principal razón de hacer noche en Luepa era que a partir
de allí se iniciaba la Gran Sabana, un espectáculo visual imperdonable de
perderse en la oscuridad, sobre todo para los dos viajeros europeos que llevábamos
a bordo. Otro factor que contribuyó a esa decisión fue que a partir de ese punto
no había otra estación de gasolina hasta Santa Elena de Uairen, y probablemente
a la hora en que llegamos al fuerte, ya la bomba debía estar cerrada. Finalmente,
y muy importante, es que los soldados nos permitieron acampar en frente sin
inconvenientes.
Llegamos a Paraitepuy
al comienzo de la tarde del segundo día de viaje. Mis recuerdos son borrosos y
puedo confundirlos con los de otras dos excursiones que hice más tarde al
Roraima. De manera que tomen de estas notas la idea general y no al dedillo para
planificar sus propios ascensos. El pueblo estaba de fiesta, por un matrimonio o
algún gran evento de ese tipo, y nadie nos prestó mucha atención cuando
llegamos. No recuerdo haber visto a ningún guía ofreciendo sus servicios por
aquel entonces. Estacionamos en una explanada, nos montamos los morrales y
comenzamos a caminar detrás de Jesús, que era el único de nosotros que conocía
la ruta.
Roraima Tepuy |
El mapa de la ruta que
coloco más abajo es mi mejor adivinanza de lo que pudo haber sido el camino
después de haber cruzado el rio Tek. Jesús ya no está entre nosotros y no he
conseguido ningún mapa por ahora. Hasta el rio Tek, que es la ruta común con el
Roraima, el sendero ha sido ya marcado por quienes suben a este último.
El primer día de
caminata fue por la sabana, principalmente plano, o con un declive muy ligero. Caminamos
bajo el sol, con un cielo despejado. De tanto en tanto llegábamos a arboledas
en las riberas de ríos. Acampamos la primera noche cerca del rio
Tek, aún en la sabana, que para ese entonces no tenía un campamento marcado. En 1998 cuando subí
al Roraima ya las gramíneas habían cedido su puesto al campamento que hoy tiene
el nombre del rio y estaban construyendo un conuco (refugio). Calculo que la caminata debió
ser de unas 4 o 5 horas (hay unos 12 kilómetros entre Paraitepuy y el actual
campamento en el rio Tek).
La caminata al día
siguiente fue más fuerte. Cruzamos el rio Tek, que es una aventura diferente en
cada excursión y caminamos a partir de allí en subida. El camino se
internó en selvas y de pronto nos encontramos bordeando la pared del gigante.
Pared del Kukenan |
A diferencia del
Roraima, la pared del Kukenán tiene varios pasos arriesgados en los que tener
una cuerda ayuda bastante. Recuerdo la sensación de vértigo en algunos tramos estrechos, trepando la roca, al borde del precipicio. Creo, aunque ya no estoy seguro, habernos quitado
el morral y pasarlo al compañero para trepar rocas sin él. Un paso especial
me quedó grabado: había que superar una altura considerable en la pared a
través de un tronco de un árbol, no muy grueso, que alguien, antes que nosotros,
había puesto allí, y que se mantenía en su sitio gracias a un mecatillo que
daba lástima verlo. Viéndolo en retrospectiva era la invitación a un accidente;
una suerte de improvisación de nuestro antecesor, que seguía allí hasta que a
alguien le llegara el turno de pasar un mal rato. Lo cierto es que a mí me
llenó de adrenalina; de sabor de aventura. Quizás hubo otros pasos difíciles en
las rocas, pero ya no los recuerdo.
Ese día alcanzamos la
cima del tepuy y nos alojamos en uno de los hoteles. Los hoteles son
formaciones rocosas, especie de cuevas, bajo las cuales las carpas quedan protegidas
de la lluvia y el viento. Éramos los únicos allá arriba hasta que, al día
siguiente, llegó otro grupo, entre los que se encontraba el ganador de la única
medalla olímpica de natación para Venezuela: Rafael Vidal. Su grupo ocupó otra
habitación del hotel, cercana a la nuestra, y nos acompañaron en uno de los paseos
por la cima del tepuy.
El recorrido desde el rio Tek hasta alcanzar la cumbre fue de unos 15 kilómetros, pero nos llevó todo el
día. Pasamos en la cima los dos días siguientes, en los que caminamos unas seis
horas diarias, en medio de un paisaje único en el mundo, regresando al hotel por
la tarde para preparar la cena. A diferencia del sol de la sabana, los días montados en el tepuy fueron grises. El quinto día de excursión bajamos de un solo
sopetón hasta el carro. No guardo mayores recuerdos de la bajada, por lo que
asumo me resultó sencilla.
Posible mapa de la ruta. En negro el tramo común del Roraima y del Kukenán desde Paraitepuy al rio Tek. En amarillo la ruta que lleva al Roraima, y en rojo la que adivino fue la que hicimos para llegar al Kukenán.
Formaciones en la cima del tepuy |
Rafael Vidal con un amigo en el Kukenán |
Jesús Otero en el Kukenán |
Baturrus saevus |
Kukenán (centro) y Roraima (derecha). Al fondo a la izquierda Yuruani Tepuy |
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