Ascenso al Cotopaxi (5.897m)

El viernes 2 de mayo desayunamos a las 8 y nos tomamos la mañana con calma. Entre las 10 y las 11 dejamos los bultos con Alfredo y seguimos matando el tiempo hasta las 12 pm que fuimos a almorzar en el restaurante del Tambopaxi. De menú: sopa de sambo para comenzar, chuletas, pollo o trucha, como segundo plato, y el postre. En el almuerzo se nos unió Mauricio (el muñeco) que es el segundo guía de la excursión. Ecuador exige un guía certificado por cada dos excursionistas.

Equipo B en la cumbre

A las 2pm dejamos el Tambopaxi y nos dirigimos al parqueadero en la Toyota. Comenzamos el ascenso a pie hacia el refugio a las 3pm por la ruta de zigzag. A las 4pm ya estábamos allí. Encontramos mucha gente pululando en los alrededores, más que el día anterior. Era fin de semana largo, porque la celebración del primero de mayo la pasaron al viernes en vez del jueves. La gente aprovecha para salir de paseo, suben hasta el refugio y algunos un poco más arriba para tocar la nieve. Muchos almuerzan o meriendan en el refugio.

A las 6pm ya no hay gente en el refugio salvo los grupos que vamos a ascender. Una texana llamada Alexandra, con su guía Ivancito. Una pareja de Cuenca de lo más arregladitos, un grupo de unas nueve personas, y nosotros cuatro con Romel y Mauricio. Cenamos sopa de quinoa, seco y postre. Los tres platos se mantienen formales en casi todas nuestras comidas.

Nuestro grupo de 6 tiene un cuarto de cuatro literas con aforo para 8 personas. No nos toca compartirlo con los otros grupos. A las 7 de la tarde apagaron la planta cortando la luz abruptamente. Tocó prender las linternas para terminar de acostarse. Cuatro horas después, a las 11pm, suena la alarma de Mauricio que interrumpe sus ronquidos. Podría jurar que, a diferencia de mí, durmió profundo. Segundos después encienden la planta eléctrica y con ella se prende la bombilla de la habitación que nadie había apagado al irse a dormir.  La apago para que los niños sigan durmiendo. Federica, Mauricio y yo nos alistamos para salir. Somos el equipo A (ancianos) y saldremos a medianoche, mientras que el equipo B (los bebes), Marcela, Rodrigo y Romel saldrá una hora después.

¡Equipo B listo!

A las 12:12 am, 12 minutos después de lo planificado salimos los miembros del equipo A rumbo a la cumbre. Antes de salir nos despidieron los del B que ya se habían comenzado a alistar. Fue un momento emotivo. Nos siguen los pasos la pareja ecuatoriana de Cuenca. Delante nuestro, ya a lo lejos, van Ivancito y la texana que si salieron puntuales.

La caminata transcurre despacio. La noche está completamente oscura sin luna, pero estrellada. Hay pocas nubes, el cielo está mayormente despejado, y el viento, aunque sopla, no es fuerte. A la derecha tengo el abismo y debajo se ve Quito iluminado. Diría que el área metropolitana se ve casi completa, diferentes valles llenos de luces, en contraste con la oscuridad de lo que imagino debe ser la selva.

Estoy bien cubierto del frio excepto por la mano que llevo fuera del bolsillo sujetando el piolet, y una franja que me quedó descubierta en la frente donde se apoya la cinta plástica del casco.

A la una y media hacemos nuestra primera parada. Ya superamos los 5.200m de altitud. Aprovecho para protegerme mejor del frio, colocando un gorro sobre el pasamontañas, cubriendo bien la frente y colocándome el segundo par de guantes. Me obligo a beber agua y comer manises acaramelados a pesar de que no me provocan. Los últimos 20 minutos estaba sintiendo malestar por la altura, no llega ser nauseas, pero me recuerda al Kilimanjaro.

Ilinizas Norte y Sur desde el Cotopaxi

Sobre las 3 am nos paramos por tercera vez. Federica tiene frío y se coloca la chaqueta de plumas. El proceso toma su tiempo: hay que sacar la chaqueta de la mochila, aflojar el arnés, sacarse los guantes, sacar el brazo izquierdo de la chaqueta de lluvia, meter el brazo izquierdo en la de plumas, colocarle encima la de lluvia, repetir los dos últimos pasos con el brazo derecho, volver a ajustar el arnés. En ese proceso andábamos cuando nos pasó el equipo B que salió a la una en punto. Nuevamente nos obligamos a beber agua y comer unos chocolates que por el frio están durísimos. Menos mal que Federica los había desempaquetado, desmenuzado y colocado en la bolsa junto con los manises acaramelados antes de salir.

Cerca de las 4 am alcanzamos al equipo B en una parada que ellos estaban haciendo. Como también tocaba la nuestra, nos paramos a hidratarnos y a comer nuevamente maníes acaramelados, otra vez a regañadientes. Romel nos pregunta cómo vamos, Federica responde: destruida, Marcela comenta: Erni en qué nos has metido, Rodrigo dice: me duele la cabeza, Marcela agrega: yo estoy con náuseas. En fin, estábamos en nuestro mejor momento. Afortunadamente a mí se me quitó el malestar.

Finalizada la evaluación médica de la situación, el equipo B comenzó a moverse nuevamente mientras que el A terminaba de hidratarse y empujarse unos chocolates o manises acaramelados (lo que saliera primero) por el gañote.

Poco después de las 5 am Federica no podía con su alma y paramos en la cueva del oso. La cueva del oso es una pequeña cueva de roca cubierta de hielo que se hunde en el piso unos 50 cm a la derecha del camino (si vas ascendiendo), muy cerca ya de Yanasacha (que es a su vez una piedra negra distintiva del volcán). En ese momento el equipo B estaba descansando en Yanasacha, la última parada antes del ataque final de la cumbre.

Cueva del oso

La parada dentro de la cueva me enfrió, y me toco a mi colocarme la chaqueta de plumas, siguiendo sin mucha precisión los pasos explicados anteriormente. Aprovechamos también para hidratarnos y forzar más manises en el tracto digestivo. Entramos de noche a la cueva y vimos desde allí el cielo pintarse de rojo y volverse azul, y aunque la parada no fue muy larga, al salir del hoyo ya era de día. Federica recobró el ánimo y la energía. Parecía otra persona.

Nos faltaban aún dos etapas: alcanzar Yanasacha, muy cerca de donde estábamos y subir desde allí a la cumbre una rampa de unos 50 grados de inclinación que nos tomaría una hora y media aproximadamente. Energizados al grito de ¡Yanasacha! cubrimos el trecho que faltaba hasta ese último descanso.

La vista había cambiado completamente: las luces de Quito y los valles vecinos, donde se ubican sus suburbios, se habían apagado y la metrópolis estaba cubierta por un manto ligero de nubes bajas. Sobre ese manto destacaban imponentes los volcanes de la región: Pasochoa, Rumiñahui, Iliniza norte, Iliniza sur, el Altisana, Sincho el agua... un espectáculo mágico para la vista, el premio por haber llegado tan alto (5.600?).

Llegamos a Yanasacha cuando los niños y el guía trepaban por la inmensa rampa de hielo que marca el último tramo del ascenso. Estaban alto, pero no lejos y se veían chiquititos. Hicimos allí una sexta parada muy corta para atender demandas biológicas y continuamos nuestra empresa.

¡Yanasacha!
(Altisana al fondo)

La rampa fue el tramo más duro del camino. El equipo B alcanzó la cumbre cuando el A comenzaba la rampa. Por el radio de Mauricio nos enteramos de que Romel había conversado con Ivancito, el guía de la texana, que ya venían de bajada, la posibilidad de que se llevaran con ellos a Federica de vuelta al refugio. Mauricio le respondió que Federica se había recobrado y estaba resuelta a llegar a la cumbre. Poco después nos cruzamos en la rampa con ellos, que muy cordialmente repitieron su disposición de acompañar a Federica al refugio. Federica les chocó los 5, declinó la invitación y les aseguró que ella también llegaría.

Continuamos el ascenso de la rampa interminable. Ya casi en su final, alrededor de las 7 am, nos cruzamos con el equipo B que ya venía descendiendo. Nos dieron ánimos diciendo que lo peor ya había pasado, que ya casi terminábamos la pared y después la cosa era más fácil. Con la cosa se referían a una caminata de unos 20 minutos más, con pendiente positiva, es decir, más subida, pero no tan salvaje como la pared o rampa de hielo que no habíamos terminado aún.

Terminamos la rampa salvaje con Federica oliendo los vapores de su tanque de energía vacío. Sus fuerzas se habían desvanecido nuevamente, y ese último tramo, aunque menos empinado se hizo bastante lento. Para completar el panorama el volcán estaba eructando sus gases con más intensidad, al punto que el último guía que venía de bajada sugirió que nos colocáramos las máscaras. No terminó de hacer falta, el volcán se apiadó, la brisa sopló y el aire se hizo más respirable nuevamente. Pasito a pasito, a las 8:03 am llegamos a la cumbre. Tardamos 7 horas y 51 minutos en alcanzarla.

¡Equipo A en la cumbre!

La cumbre de una montaña tiene efectos mágicos. Apenas saberse en ella Federica olvidó que estaba extenuada, se le prendió una sonrisa en el rostro y comenzó a bailar la macarena (estilo Fede), y a chocar los 5 con todos los que estábamos en la cumbre. No éramos muchos, a decir verdad, fuimos los últimos en alcanzar la cumbre del Cotopaxi ese día. Los demás nos habían pasado o se habían quedado en el camino como la pareja de Cuenca y otros 3 o cuatro que después de pasarnos los encontramos extenuados o descompuestos en la ruta de ascenso, y nos los volvimos a ver más.

Subir el Cotopaxi es un reto físico y mental, sin la determinación de Federica de no tirar la toalla, o la de Rodrigo y Marcela de imponerse a los síntomas del mal de altura no se alcanza una cima de casi 6 mil metros. En el caso particular de Federica, no me queda duda que llegó a punta de corazón, de querer llegar, de una determinación inquebrantable.

Y si bien la cumbre tiene efectos mágicos, estos no son del todo permanentes, algunos, de hecho, desaparecen apenas se comienza a bajar, como es el caso de la euforia y la energía.

Ya conté que la subida a la cumbre tiene diferentes pendientes de inclinación. Después de tres o cuatro resbalones en la bajada, Federica decidió bajar sentada. Consultada la situación con el guía este aprobó que lo hiciera de esa manera en los terrenos de menos pendiente y le dio instrucciones de cómo debía llevar la piqueta (el piolet) para controlar la velocidad del descenso.

De manera que Federica bajó la montaña usando diferentes técnicas de descenso: resbalada controlada por piolet sobre piernas extendidas y espalda en ángulo recto; de pie sobre los crampones en terrenos empinados o estrechos; y deslizamiento sobre el morral a falta de trineo, jalada por el guía. Acoto que esta última forma de bajar, parecida al trineo, utilizada al final del glaciar resulta muy divertida.

Rodrigo descendiendo

A las 10:51am el equipo A llegó al refugio cubriendo la ruta entera en 10 horas 39 minutos.

El refugio estaba nuevamente lleno de turistas. Romel nos apartó una mesa en la que nos sirvió un plato de frutas con yogurt y una humita a cada uno, a suerte de desayuno. Después de comerlo subimos a recoger todos los peroles del cuarto, los volvimos a meter en las mochilas y bajamos con ellas sobre los hombros hasta el parqueadero. Del parqueadero fuimos al Tambopaxi a recoger los bultos que dejamos el día anterior, luego al museo del parque nacional Cotopaxi a buscar calcomanías de las cumbres alcanzadas y de allí al hornero, una cadena de restaurantes de un uruguayo para almorzar pizzas con cervezas. Finalmente llegamos a la casa de Tete sobre las 4 de la tarde.

Al llegar a la casa de Tete sucedió algo emocionante: ¡nos recibieron con honores! Tete destapó una botella de espumante para celebrar el logro, Ximena y Daniel nos prepararon unos cuyes hornados con papas, otro plato típico de la cocina ecuatoriana, que comimos después de una sopa de sambo. No faltó el postre: deliciosa torta de manzana hecha en casa por Tete.

Homenajeados en casa de Ximena

Ficha técnica:

Distancia:

7.522m

Parqueadero al refugio: 779m

Refugio a la cumbre: 2.982m

Desnivel:

Desnivel: +1.259m (Parqueadero: 4.638m - Cotopaxi: 5.897m)

Tiempo:

Equipo B: 8h 27m 

(5h 39m subiendo + 2h 48m bajando)

Equipo A: 10h 39m

(7h 51m subiendo + 2h 42m bajando)

Dificultad:

Alta


Plano de la ruta:


Video de lo ocurrido:

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